El universo no tiene moral. Nuestra moralidad es la voluntad humana por el cambio. El poder de crear. Y para crear algo tan solo debemos desearlo.
Todo deseo comienza por una emoción que acaba siendo un sentimiento. Un sentimiento que nos mueve a pensar en él. Y ese pensamiento podemos traducirlo en palabras. Unas palabras que podemos expresar y que les damos forma desde nuestro interior al mundo exterior. Esas palabras para manifestarse han influido en lo que nos rodea y, cual gota de agua que cae en un lago en calma producirá ondas que poco a poco provocarán un cambio en el mundo.
La vida es constante cambio. Pero algo de poder tenemos para influir en ese cambio de la forma que deseemos. La palabra es divina y su poder puede ser positivo o negativo. Y como todo poder que implica creación en un deseo explícito del creador una vez liberado no puede deshacerse. No puede hacerse desaparecer, solo transformarse. Y en ocasiones esas palabras que dijimos pueden llegar a formar vida propia. A construir algo e incluso a destruir algo.
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