Entender la creatividad

El enfoque de la creatividad como proceso solucionador de problemas llevó a que multitud de estudios la abordaran. Principalmente se investigó desde el sujeto, el proceso interno de elaboración, y como producto.
Desde el sujeto los aspectos de la personalidad más convenientes para una actitud creadora. Tanto las características de la personalidad como las intelectuales.
Desde el proceso interno creativo, para conocer la actividad y el comportamiento creativo para obtener logros creativos.
Y desde la creatividad como producto, para conocer que le otorga a una obra esa dimensión creativa. Descubrir las leyes de formación, su estructura, su forma y su valoración.
Tanto estudio ayudó a aclarar que todo producto creativo debía ser novedoso, valioso (según necesidades), y útil. Después, unificando teorías, se pasó a definir la creatividad como el conjunto de aptitudes vinculadas a la personalidad del ser humano que le permiten, a partir de una información previa, y mediante una serie de procesos internos (cognitivos), en los cuales se transforma dicha información, la solución de problemas con originalidad y eficacia.
Gracias a esta definición operativa de la creatividad es posible concretarla.

La creatividad es un proceso esencialmente combinatorio. La creatividad no crea a partir de la nada, sino que partiendo de lo ya existente consigue algo nuevo, diferente de lo que había antes. De ello cuanta más información se posea más posibilidades de conseguir cosas nuevas. El creativo es un procesador de la información a su alcance.
Para ser creativo hay que partir de una correcta comprensión y definición del problema. Una formulación apropiada de un problema es la primera fase de todo proceso de creación. Para ello recopilamos toda la información posible, la analizamos y sacamos los datos clave que nos permitan ser operativos.