La noción de creatividad ha existido casi desde siempre. Sin embargo en la antigüedad, y aún ahora, se pensaba generalmente que la creatividad estaba ligada a un descubrimiento fruto del azar, que alcanzaba solo a unos pocos seres privilegiados y tocados por lo divino. Pero la creatividad como parte del intelecto está en todos nosotros.
No es cierto que todos somos igual de creativos, pero si que cualquiera puede desarrollar su capacidad. Muchos se equivocan al pensar que basta con ser original. La noción común ha interpretado la creatividad como una invención o mero descubrimiento. Una intuición, iluminación o genialidad especial. Pero la creatividad bien llamada escapa de la epifania y de sus atributos divinos.
Surge allá por los años 50 la noción de comportamiento creativo y pasa entonces a ser un proceso intencional y consciente. Así la imaginación y la originalidad se mueven hacia terrenos productivos y hacia la capacidad del ser humano de desarrollar una determinada fluidez de pensamiento.
La creatividad se podría definir como una predisposición hacia la originalidad, la adaptación y el cuidado de la realización correcta. Esta idea conlleva que la creatividad tiene que servir para la solución efectiva de los problemas.
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